viernes, 10 de junio de 2022

MIRANDO LAS ESTRELLAS….




Mirando las estrellas, me di cuenta que en cada una de ellas existe un paraíso.

Mirando las estrellas, descubrí la infinidad de cosas que perdemos.

Ellas que están allá, tan lejos de esta tierra, al menos sobreviven con su pequeño brillo; y nosotros acá tan llenos de momentos, nos sentimos morir cuando algo se termina!

Mirando las estrellas, comprendí el valor que NO damos a la vida!.., Cuando esta sin querer nos quita cosas, pensamos que es injusta y olvidamos que sin ella, no seríamos quienes somos!

Hoy, sin querer vi volar una estrella, en su gran mundo la vi volar, sin rumbo fijo…y la noté perdida… me di cuenta entonces que no solo en este mundo existe Soledad, que ellas también la sienten como cualquier persona; pero al menos ellas siguen brillando, buscando una razón para salir de ella…En cambio acá nosotros, pensamos que estar solos es el fin de la vida y no nos damos cuenta que a veces la soledad nos ayuda a encontrar las respuestas que no estaban.

Mirando las estrellas, pude ver que la felicidad llega en cualquier momento,… que todo se termina en este mundo....hasta lo más hermoso, hasta lo más molesto, hasta lo más doloroso!

Hoy mirando las estrellas, sentí el calor de aquel amor que se fue..y descubrí que en ellas están los sueños, los besos y aquellas realidades que se vivieron algún día!

Comprendí que el amor tiene un millón de vueltas….que a veces nos sorprende…nos da felicidad….y a veces se transforma en lo peor que hay.

Mirando una de ellas...crecí un poquito mas!....Aprendí a sonreír y a ver la realidad!

Mirándolas a ellas pude ver la verdad: “Que no sirve el orgullo, cuando existe la amistad”…”Que no sirve llorar cuando el amor se va “…”Que no vale la pena aprender a callar”…”Que no existen fronteras cuando tenemos vida”…y “Que aprender a VIVIR es lo mejor que hay”!!




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ENCONTRADO EN LA RED .

miércoles, 8 de junio de 2022

OBSTÁCULOS, por Jorge Bucay


Voy andando por un sendero.

Dejo que mis pies me lleven.

Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se corta la silueta de una ciudad.

Agudizo la mirada para distinguirla bien. Siento que la ciudad me atrae.

Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad.

Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.

Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa. 

Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso.

Temo... tío.

Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... Consigo pasarla. Me repongo y sigo caminando.

Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo.

Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que están allí para construir un puente.

Nunca he sido hábil con mis manos... Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo... y resisto.

Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado... descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...

Me siento abatido... Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca... No dejaré que el muro impida mi paso.

Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire... De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con complicidad.  

Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.  

Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: -¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?   

El niño se encoge de hombros y me contesta: -¿Por qué me lo preguntas a mí?

Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos los trajiste tú.



Autor: Jorge Bucay