lunes, 16 de junio de 2014

PERDONAR, PERDONARSE, ACEPTAR EL PERDÓN



PERDONAR, PERDONARSE, ACEPTAR EL PERDÓN

“El perdón es la fragancia que la violeta suelta, cuando se levanta el zapato que la aplastó” 

(Mark Twain)


Todas las persones han experimentado ofensas o daños en las relaciones con los demás, y a la vez han infligido daño a otras personas. Críticas poco afortunadas, o hirientes, ser ignorados o despreciados, transgredir los acuerdos o pactos establecidos, acciones que perjudican a otros, y un largo etcétera.

La experiencia subjetiva al recibir el daño es una red compleja de respuestas que engloban pensamientos, afectos y conductas. Williamson y Gonzalves (2007) describieron entre las respuestas más frecuentes, sentimientos de rabia, dolor, tristeza, confusión y una sensación de traición. Entre los pensamientos más comunes se encontraban representaciones ofensivas del ofensor, fantasías o pensamientos de venganza, preguntas en relación a por qué se había comportado así y a la culpa de las propias acciones en relación a lo acontecido y pensamientos de finalizar la relación con la persona de la que se había recibido la ofensa. La respuesta de conducta más frecuente es la evitación y el distanciamiento de dicha persona, y en menor medida la expresión de la rabia y el dolor, afrontando la situación.  Para mitigar la experiencia negativa de estos episodios, las personas utilizan diferentes estrategias como la aceptación del daño, formular nuevos significados del suceso que permitan entenderlos de otra manera y no únicamente como algo dañino, regulando la rabia y la ira que sobrevienen, y utilizando el perdón.

El 
perdón, 
según  algunos 
autores, 
sería 
 clave 
para 
la comprensión 
de 
cómo 
las 
personas 
son 
 capaces 
de 
 mantener 
relaciones 
interpersonales 
 satisfactorias 
(Allemand, 
Amberg, 
Zimprich 
& 
Fincham, 
2007; 
Fincham, 
Hall 
& 
Beach, 
 2006; 
Karremans 
& 
Van 
 Lang, 
 2004). 
Por 
otro 
lado, 
un 
 grupo 
importante 
de 
estudios 
ha 
recogido 
evidencia 
 acerca 
de 
la 
asociación 
entre 
 el 
perdón 
 y 
 la 
 salud, 
tanto 
física 
 como 
emocional 
(Bono, 
McCullough 
& 
Root, 
 2008; 
 Thompson 
et 
al., 
2005; 
Toussiant 
& 
Webb, 2005; Tse 
& 
Yip, 
2009; 
Worthington 
Jr. 
& 
Scherer, 
 2004). 
De 
hecho, 
parte 
del 
interés 
por 
el 
estudio  del 
perdón 
se 
ha 
enmarcado 
dentro 
de 
la 
psicología  positiva 
(Casullo, 
2008; 
 McCullough 
& 
Witvliet, 
2002), 
 corriente 
que 
 enfatiza 
el 
estudio 
de 
las 
virtudes 
y 
fortalezas 
humanas 
y 
su 
incidencia 
sobre 
la 
calidad 
de 
vida 
de 
las  personas 
(Seligman, 
2002).

Los resultados de distintos estudios sugieren que las intervenciones que promueven el perdón pueden llevar a reducir los efectos negativos (para la salud mental) del “no- perdón” y producir incrementos en la autoestima y la esperanza. Los niveles de perdón correlacionan positivamente con indicadores de salud mental y negativamente con indicadores de estrés o disfunción.

Como ejemplos de investigaciones sobre el efecto del perdón en la salud mental, Mauger et al., (1992) estudiaron los efectos del perdón a uno mismo y del perdón a otros. Bajos niveles de perdón (de cualquiera de los dos tipos) correlacionaban con indicadores de psicopatología del MMPI; el perdón a uno mismo se relacionaba más fuertemente con depresión, ansiedad y baja autoestima que el perdón a otros. Hebl y Enright (1993) publicaron el primer estudio empírico sobre la eficacia del perdón en la mejora de la salud mental. En su muestra de 24 mujeres mayores, altos niveles de perdón se asociaron con altos niveles de autoestima y bajos niveles de ansiedad o depresión.

¿Qué significa perdonar?

Entre las dificultades para perdonar, está el temor a que la conducta lesiva se repita. Este es un pensamiento que presupone que nuestros sentimientos controlan la conducta del otro, presupuesto a todas luces falso, ya que la conducta del otro está fuera de nuestro control, pero podemos hacer algo con nuestras emociones. Perdonar no es justificar, ni consentir, ni propiciar la ofensa, ni olvidarla. Significa que aquella acción ya no evoca resentimiento, odio o venganza, permite pasar página y no quedarse atrapados en sucesos antiguos, que aunque no están sucediendo en el presente, nuestra mente sigue alimentando a través de pensamientos, y emociones. Perdonar no es sinónimo de continuar la relación si no lo deseamos, pero sin el ejercicio del perdón no es posible mantener vínculos duraderos.

¿Cómo perdonar?

Entendemos el perdón como un proceso en el que podemos diferenciar las siguientes etapas:

1. Reconocer la existencia de la ofensa y su importancia. Evitar la negación de la violación de la relación, a la vez que se evita la reacción exagerada en el sentido contrario, magnificar el daño; este primer paso tiene como objetivo ver la ofensa con más perspectiva (objetivarla y reducir los sentimientos de victimización innecesarios).

2. Intentar considerar el punto de vista del ofensor. Varios autores señalan que uno no puede perdonar sin entender al agresor (Andrews, 2000). En el proceso de perdón deben estar presentes, según Hargrave (1994) entre otros momentos el “darse cuenta”, que permite a la víctima reconocer y modificar los patrones destructivos que perpetúan los actos injustos, y el “entendimiento” que permite el reconocimiento de las limitaciones del agresor sin quitarle responsabilidad. El acto del perdón incluye la discusión de conductas lesivas anteriores y muestra patrones relacionales alternativos. Si no hay contacto con el agresor, entonces las perspectivas de un entendimiento genuino se reducen. El perdón no sigue siempre al entendimiento, pero un perdón que no está basado en el entendimiento, según Andrews (2000), está incompleto. Perdonar una acción es un acto influenciado por nuestra capacidad de entenderlo (incluso si la ofensa no es algo que nos imaginaríamos capaces de hacer). Para entender por qué he sido dañado, debo entender primero el mundo del agresor. Esto es más que una estrategia para llegar al perdón, es algo central en él.

3.  Empatizar con la perspectiva de la otra persona. Aquellos sujetos que perdonan, tienden a mostrar altos niveles de empatía. Wade y Worthington (2003) consideran la comprensión o el entendimiento del ofensor por parte de la persona es importante, pero sólo porque permite que tenga lugar el componente fundamental del perdón: la empatía. La empatía sería, pues, un predictor crucial del grado de perdón.

4.  Recordar ocasiones en las que nosotros mismos hemos realizado ofensas y nos hemos sentido agradecidos por recibir el perdón de otros.
Otro aspecto del perdón, sería el autoperdón, o cómo las personas somos o no capaces de asumir de forma sana nuestra responsabilidad en los actos con los demás y para con nosotros mismos. El perdón interno es un proceso que permite volver alinearnos con los valores que para nosotros son importantes. El perdón incrementa nuestra fortaleza interna, es liberador en el sentido de que dejamos de estar atrapados por circunstancias pasadas y altamente saludable.


Soledad Calle Fernández
Psicóloga y Coach


Fuente:http://www.blocquantum.com/

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