PERDONAR, PERDONARSE, ACEPTAR EL PERDÓN
“El perdón es la fragancia que la violeta suelta, cuando se levanta el zapato que la aplastó”
(Mark Twain)
Todas las persones han experimentado ofensas o daños en las relaciones con los demás, y a la vez han infligido daño a otras personas. Críticas poco afortunadas, o hirientes, ser ignorados o despreciados, transgredir los acuerdos o pactos establecidos, acciones que perjudican a otros, y un largo etcétera.
La experiencia subjetiva al recibir el daño es una red compleja de respuestas que engloban pensamientos, afectos y conductas. Williamson y Gonzalves (2007) describieron entre las respuestas más frecuentes, sentimientos de rabia, dolor, tristeza, confusión y una sensación de traición. Entre los pensamientos más comunes se encontraban representaciones ofensivas del ofensor, fantasías o pensamientos de venganza, preguntas en relación a por qué se había comportado así y a la culpa de las propias acciones en relación a lo acontecido y pensamientos de finalizar la relación con la persona de la que se había recibido la ofensa. La respuesta de conducta más frecuente es la evitación y el distanciamiento de dicha persona, y en menor medida la expresión de la rabia y el dolor, afrontando la situación. Para mitigar la experiencia negativa de estos episodios, las personas utilizan diferentes estrategias como la aceptación del daño, formular nuevos significados del suceso que permitan entenderlos de otra manera y no únicamente como algo dañino, regulando la rabia y la ira que sobrevienen, y utilizando el perdón.
El perdón, según algunos autores, sería clave para la comprensión de cómo las personas son capaces de mantener relaciones interpersonales satisfactorias (Allemand, Amberg, Zimprich & Fincham, 2007; Fincham, Hall & Beach, 2006; Karremans & Van Lang, 2004). Por otro lado, un grupo importante de estudios ha recogido evidencia acerca de la asociación entre el perdón y la salud, tanto física como emocional (Bono, McCullough & Root, 2008; Thompson et al., 2005; Toussiant & Webb, 2005; Tse & Yip, 2009; Worthington Jr. & Scherer, 2004). De hecho, parte del interés por el estudio del perdón se ha enmarcado dentro de la psicología positiva (Casullo, 2008; McCullough & Witvliet, 2002), corriente que enfatiza el estudio de las virtudes y fortalezas humanas y su incidencia sobre la calidad de vida de las personas (Seligman, 2002).
Los resultados de distintos estudios sugieren que las intervenciones que promueven el perdón pueden llevar a reducir los efectos negativos (para la salud mental) del “no- perdón” y producir incrementos en la autoestima y la esperanza. Los niveles de perdón correlacionan positivamente con indicadores de salud mental y negativamente con indicadores de estrés o disfunción.
Como ejemplos de investigaciones sobre el efecto del perdón en la salud mental, Mauger et al., (1992) estudiaron los efectos del perdón a uno mismo y del perdón a otros. Bajos niveles de perdón (de cualquiera de los dos tipos) correlacionaban con indicadores de psicopatología del MMPI; el perdón a uno mismo se relacionaba más fuertemente con depresión, ansiedad y baja autoestima que el perdón a otros. Hebl y Enright (1993) publicaron el primer estudio empírico sobre la eficacia del perdón en la mejora de la salud mental. En su muestra de 24 mujeres mayores, altos niveles de perdón se asociaron con altos niveles de autoestima y bajos niveles de ansiedad o depresión.
¿Qué significa perdonar?
Entre las dificultades para perdonar, está el temor a que la conducta lesiva se repita. Este es un pensamiento que presupone que nuestros sentimientos controlan la conducta del otro, presupuesto a todas luces falso, ya que la conducta del otro está fuera de nuestro control, pero podemos hacer algo con nuestras emociones. Perdonar no es justificar, ni consentir, ni propiciar la ofensa, ni olvidarla. Significa que aquella acción ya no evoca resentimiento, odio o venganza, permite pasar página y no quedarse atrapados en sucesos antiguos, que aunque no están sucediendo en el presente, nuestra mente sigue alimentando a través de pensamientos, y emociones. Perdonar no es sinónimo de continuar la relación si no lo deseamos, pero sin el ejercicio del perdón no es posible mantener vínculos duraderos.
¿Cómo perdonar?
Entendemos el perdón como un proceso en el que podemos diferenciar las siguientes etapas:
1. Reconocer la existencia de la ofensa y su importancia. Evitar la negación de la violación de la relación, a la vez que se evita la reacción exagerada en el sentido contrario, magnificar el daño; este primer paso tiene como objetivo ver la ofensa con más perspectiva (objetivarla y reducir los sentimientos de victimización innecesarios).
2. Intentar considerar el punto de vista del ofensor. Varios autores señalan que uno no puede perdonar sin entender al agresor (Andrews, 2000). En el proceso de perdón deben estar presentes, según Hargrave (1994) entre otros momentos el “darse cuenta”, que permite a la víctima reconocer y modificar los patrones destructivos que perpetúan los actos injustos, y el “entendimiento” que permite el reconocimiento de las limitaciones del agresor sin quitarle responsabilidad. El acto del perdón incluye la discusión de conductas lesivas anteriores y muestra patrones relacionales alternativos. Si no hay contacto con el agresor, entonces las perspectivas de un entendimiento genuino se reducen. El perdón no sigue siempre al entendimiento, pero un perdón que no está basado en el entendimiento, según Andrews (2000), está incompleto. Perdonar una acción es un acto influenciado por nuestra capacidad de entenderlo (incluso si la ofensa no es algo que nos imaginaríamos capaces de hacer). Para entender por qué he sido dañado, debo entender primero el mundo del agresor. Esto es más que una estrategia para llegar al perdón, es algo central en él.
3. Empatizar con la perspectiva de la otra persona. Aquellos sujetos que perdonan, tienden a mostrar altos niveles de empatía. Wade y Worthington (2003) consideran la comprensión o el entendimiento del ofensor por parte de la persona es importante, pero sólo porque permite que tenga lugar el componente fundamental del perdón: la empatía. La empatía sería, pues, un predictor crucial del grado de perdón.
4. Recordar ocasiones en las que nosotros mismos hemos realizado ofensas y nos hemos sentido agradecidos por recibir el perdón de otros.
Otro aspecto del perdón, sería el autoperdón, o cómo las personas somos o no capaces de asumir de forma sana nuestra responsabilidad en los actos con los demás y para con nosotros mismos. El perdón interno es un proceso que permite volver alinearnos con los valores que para nosotros son importantes. El perdón incrementa nuestra fortaleza interna, es liberador en el sentido de que dejamos de estar atrapados por circunstancias pasadas y altamente saludable.
Soledad Calle Fernández
Psicóloga y Coach
Fuente:http://www.blocquantum.com/
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