domingo, 24 de abril de 2016

TERMINAR LA RELACIÓN PARA QUE EL OTRO REACCIONE NO ES BUENA IDEA, por Edith Sánchez


TERMINAR LA RELACIÓN PARA QUE EL OTRO REACCIONE NO ES BUENA IDEA
por
Edith Sánchez

Suele ocurrir. Hay personas que se atreven a terminar una relación, no porque en realidad quieran que se acabe, sino porque esperan que ese gesto haga reaccionar al otro. Lo que esperan es que esa persona, ante la inminencia de la pérdida, decida por fin responder a sus necesidades emocionales, que hasta ahora ha ignorado. Se trata de un recurso extremo que puede funcionar en lo inmediato, pero que a la vez puede implicar grandes costos a largo plazo.

La manipulación y el chantaje emocional no son la mejor manera de abordar los problemas en la pareja. Todo lo contrario: resultan ser pésimas alternativas, porque finalmente no propician la resolución de un conflicto, sino que más bien lo encubren, lo posponen y, la mayoría de las veces, lo agravan.

“Aislamiento, control, incertidumbre, repetición del mensaje y manipulación emocional son técnicas utilizadas para lavar el cerebro.”

-Eduardo Punset-

Los ultimátum y las falsas rupturas son un recurso de eficacia limitada. Está bien: puede que con ello logres que tu pareja se comprometa (falsamente) a cambiar en algún sentido, para que reverses la decisión. Sin embargo, al mismo tiempo estás echando a andar una lógica de condicionamiento y control que puede volverse contra ti en cualquier momento.

Terminar la relación como un señuelo

El propósito final de terminar con la pareja para que reaccione no es otro que el de poner a esa persona bajo nuestro control. En ese sentido, se trata de una conducta manipuladora y de un chantaje emocional con las letras. Se pone a la otra persona “contra las cuerdas” y se le deja sin la opción real de elegir. De este modo, se le rebaja y se le deja bajo nuestro poder.

Este es un recurso pobre y lo peor es que solamente se utiliza cuando se tiene consciencia de que la otra persona siente afecto. Como sabes que te quiere, la llevas a una situación extrema para que reaccione exactamente como tú quieres que lo haga: poniéndose bajo tu control. En otras palabras, pones por encima tus necesidades y dejas al otro sin capacidad de reacción.

La amenaza de perderte opera simplemente como un señuelo. Si el otro muerde el anzuelo, lo que sigue es una forma de relación en la que la manipulación ha triunfado. De ahí en adelante, aunque no lo quieras, se instaura una lógica en la que es válido “jugar con el otro”. Ya no es la espontaneidad, sino el cálculo, lo que determina el paso a seguir. Ya no es la sinceridad, sino las tácticas lo que define el vínculo que los une.

En el peor de los casos, lo que ocurre es que se presenta un error de cálculo. Terminas con alguien para que reaccione suplicándote que no lo hagas y comprometiéndose a hacer lo que le pidas. Pero, a veces las cosas no salen como quieres y pasa exactamente lo contrario: la otra persona reafirma su valor y decide terminar la relación para no ser víctima de manipulaciones. Entonces el peligroso juego puede volverse en tu contra y eres tú quien tiene que retractarse. Vas por lana y sales trasquilado.

Aprende a darle valor a tus palabras y a tus acciones

Lo que olvidan muchas de las personas que utilizan este tipo de tácticas es que con ellas no solamente están quitándole valor al otro, sino a ellas mismas también. Pronto los demás aprenden que lo que digan o lo que hagan tienen un valor relativo. No son la expresión de lo que esa persona realmente siente o piensa, sino que puede ser simplemente la manifestación de algún juego psicológico que está poniendo en marcha. Así que el precio de esas manipulaciones y de esos chantajes es el de no poder tener una relación de confianza e intimidad real.

A veces también ocurre que una relación termina prematuramente o sin que haya motivos de fondo para ello. Uno termina para que el otro reaccione y el otro, que no se quiere dejar manipular, acepta ese final impuesto para no perder su autonomía. Ni el uno ni el otro obtienen mayor ganancia con esto.

Poner una relación de pareja bajo una lógica de poder, nunca es buena idea. Seguro que obtienes algunos beneficios, pero es mucho más lo que pierdes. Haces que esa relación pierda valor, que se vuelva “barata” y que, imperceptiblemente, deje de ser un vínculo que enriquece tu vida

Así, la unión se trasforma en un elemento que genera ansiedad y dolor, algo que resta y no suma. Cuando existen ese tipo de manipulaciones y chantajes, tarde o temprano los papeles se intercambian y se inaugura una cadena de episodios en que los dos se comportan más como rivales o enemigos, que como pareja.

Los conflictos en pareja duelen y atemorizan, especialmente cuando son graves. Pero la única vía para resolverlos es mirándolos de frente y buscando una manera sana de abordarlos. La comunicación siempre es una excelente opción. Conversar desde lo más auténtico del corazón propicia el entendimiento.

Si no es así, seguramente es porque, en verdad, se trata de una relación que no tiene oportunidad de crecer. Ahí sí vale la pena terminar, sin otro propósito que el de mejorar la vida para ambos.



Edith Sánchez*


*Edith Sánchez es una escritora y periodista colombiana. Ganadora de varios premios de crónica y de gestión cultural. Algunas de sus publicaciones son "Inventario de asombros", "Humor Cautivo" y "Un duro, aproximaciones a la vida".



Encontrado en: https://lamenteesmaravillosa.com

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