miércoles, 1 de junio de 2016

IR A LA OTRA ORILLA, por Celso Navarro


IR A LA OTRA ORILLA, 
por Celso Navarro

Me ha resonado esta reflexión de Celso Navarro, a partir de un texto del evangelio de Marcos, por dar una profunda interpretación del camino espiritual:

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
– Vamos a la otra orilla.
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. El estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron diciéndole:
– Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:
– ¡Silencio, cállate!
El viento cesó y vino una gran calma. El les dijo:
– ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
Se quedaron espantados y se decían unos a otros:
– ¿Pero, quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
Marcos 4,35-40.

“El zen o la contemplación es una invitación a ir a la otra orilla. El Maestro de Nazaret, que ha tenido ya la experiencia de unidad, nos invita a ir a la otra orilla.

Tenemos tendencia a instalarnos y quedarnos en la orilla de siempre, en lo que ya conocemos, a acomodarnos en lo que hemos conseguido durante mucho tiempo. Fácilmente nos acostumbramos a lo conocido y nos dejamos mecer por la rutina, que evita sobresaltos y nos otorga una cierta sensación de seguridad. Y esto suele ocurrir con nuestras ideas, nuestras creencias, nuestras cosmovisiones. Nos cuesta abrirnos a otros ángulos nuevos, desconocidos.

Sin embargo, la espiritualidad es abrirnos a lo nuevo, al misterio.

La escritura nos dice: “Sal de tu tierra… deja a tu padre y a tu madre… Vamos a la otra orilla”.

Cuando todo en la vida nos resulta fácil, es probable que nos instalemos en nuestras seguridades. En ocasiones, sólo cuando éstas se remueven, la persona conecta con otro anhelo más profundo, el anhelo de su alma, el anhelo de su esencia. Si bien en los niveles mentales y emocionales tendemos a instalarnos, sin embargo, en lo más profundo de nosotros habita un anhelo.

Todos tendemos a instalarnos, y en principio es una tendencia sana, pero hay que bajar un nivel más.

Sentir ese anhelo que nos habita. Es la voz de nuestro interior, que nos da paz pero que no nos deja en paz. Está ahí continuamente empujando. Si no la ahogamos con compensaciones ni la acallamos con nuestro ruido escucharemos su voz que nos anima a cruzar a la otra orilla.

La orilla actual es la del ego con el que nos identificamos; la otra orilla es nuestra identidad profunda.  Es la novedad del presente, el descubrimiento incesante, la amplitud sin límites.

Podemos cruzar a la otra orilla si nos entregarnos con docilidad a la vida tal como es.

El zen y la contemplación te llevan a la frontera. Pero eso no basta. Hay que dar el salto. Se requiere una gran determinación: dejarlo todo.

Esto no es sencillo, desde luego. El tránsito no es nada fácil. Requiere una opción personal.

Aquí está la radicalidad de las vías espirituales auténticas, que colocan a la persona en el precipicio para que de el salto. Se siente el “horror vacui”: el miedo al vacío.

El yo es la barca, aparcada en el muelle está en su mundo habitual. 

Al salir de ese mundo comienza a experimentar un fuerte oleaje, mental y emocional. Un gran oleaje amenazador en el que teme hundirse sin remedio.

Sin embargo dentro de esa misma tempestad hay alguien que duerme serenamente, alguien que impone la calma con su sola palabra, con la calidad de su presencia.

El miedo angustiante de todas nuestras sombras se convierte en confianza admirada y agradecida. Hay una gran tormenta pero a la vez una gran confianza.

Jesús es un arquetipo, es nuestra esencia, nuestro anhelo. Es conciencia y vida sin limites. La presencia consciente y amorosa que se nombra como “Yo soy”.

En medio de esa gran tormenta, uno siente esa gran confianza, esa paz, esa ecuanimidad, que calma el mar embravecido y nos introduce en la paz que supera lo que podemos pensar.

Jesús es el espejo en el que nos reflejamos. La esencia de Jesús de Nazaret es la misma que la nuestra. La invitación es a Despertar, a Ver.

Este texto no nos habla de algo exterior, sino de nosotros mismos, nos refleja nuestro camino interior.”

En esa barca que somos va siempre nuestro Ser esencial, en reposo y dormido, pero siempre esta ahí.

Ante los temporales de la vida, ante las tempestades emocionales o mentales, podemos recurrir a nuestra Esencia.

Y al conectar con ella, con su palabra, todo se calma: el mar se serena. Su palabra ordena silencio.

Lo que nos calma es el silencio, el aquietar nuestro ruido mental y emocional.



Celso Navarro (1950, Moya – Gran Canaria). Nombrado Maestro de Contemplación en el 2006. En 2009 el Maestro Willigis Jager certificó la misión de maestro con la transmisión del Dharma, siendo el primer maestro Zen de la “Línea Nube Vacía” en España. Actualmente es Presidente de la Fundación Caminos de Sabiduría Oriente – Occidente de Willigis Jager. Maestro de las Shangas de Canarias y grupo de Contemplación de Murcia.



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Texto elaborado a partir de una charla de Celso Navarro dentro de un retiro de zen y de contemplación celebrado en Madrid de 19 al 23 de Septiembre del 2012. 


Encontrado en: http://grego.es/

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