viernes, 22 de junio de 2018

ABRIRSE A LA CONCIENCIA TRANSPERSONAL, por Enrique Martínez Lozano


ABRIRSE A LA CONCIENCIA TRANSPERSONAL, 
por Enrique Martínez Lozano


¿Quién es el perceptor del yo? 

¿Quién es Aquél que percibe y que no puede ser percibido por nadie, pero al que se percibe en todo lo percibido? Para la persona religiosa, la respuesta saltaría inmediata: Dios. Y es una respuesta en la línea correcta, una respuesta bien intuida. Sólo que ese Dios no permite ser pensado; cuando la persona religiosa lo piensa o lo nombra, “desaparece” y, en su lugar, aparece un “ídolo”, una proyección. Eso es lo que significa que Dios puede ser vivido, pero no puede ser pensado.

El “yo pensador” está localizado en la cabeza, pero ¿quién lo percibe? Trata de dirigir tu atención hacia detrás de tu cabeza, hacia el perceptor del “yo”. Lo que percibes ahí es un “Vacío”, un mar ilimitado de Conciencia, asociada a no-algo. Entrégate a ella, hasta que sólo sea “Ella” (“Ello”). Reconócete en esa identidad y permanece ahí, en el no-pensamiento: eres esa Conciencia absoluta e ilimitada. Eso, y no tu pequeño “yo”, es la verdadera Identidad. Con lo cual, ni se niega el yo, ni se cae en el panteísmo, pero todo se percibe de otra manera.

A partir de aquí, podemos abrirnos a conectar con Ella en todo lo que nos rodea, en un proceso progresivo de “identificación” con la Conciencia (Dios): durante el tiempo de meditación y en la vida cotidiana. Y así, poco a poco, vas pasando de pensarte a ti mismo como una conciencia separada asociada a un “yo”, a “abrirte” y percibirte como Conciencia ilimitada, omniabarcante, como si todo estuviera “de este lado de tu piel” (K. Wilber).

Podemos, pues, aprender a descansar en Lo Que Es, que, para el creyente, equivale a descansar en Dios y entregarse “afectivamente” a Él, aun sin palabras, sin imágenes y sin pensamientos…, conscientes de que si hay pensamientos, ya no es Él, sino mi pensamiento. Ello requiere trascender el yo, en un proceso de des-identificación del mismo, que se produce cuando lo observamos “desde fuera”, para abrirnos a una Identidad que es más que el yo habitual. Empezamos a liberarnos de las cadenas del yo, de sus intereses, miedos y necesidades egoicas, para empezar a percibirnos como el Testigo-que-observa. Caemos en la cuenta, entonces, de que la frontera de la conciencia individual era únicamente una frontera ilusoria.

A veces ocurre que, cuando damos un paso atrás, abriéndonos a esa Conciencia ilimitada que es, solemos cometer un gran error al creer que vamos a ver o sentir algo muy especial. Pero no se ve nada; más aún, si se viera algo no sería sino otro objeto más. No, ahí lo único que se percibe es una sensación de libertad, una sensación de Liberación de la identificación con los pequeños objetos finitos. Tú eres esa Libertad, esa Apertura, esa Vacuidad, y no cualquier cosa que emerja en ella. Descansa en Lo Que Es y notarás que la sensación de Ello y la sensación del mundo son una y la misma (No-dualidad).

“¿Quién soy yo?”. El sabio y místico hindú Ramana Maharshi enseñaba el método conocido como de la “auto-indagación” o “indagación” del yo”. Empieza preguntándote “¿quién soy yo?”… Y ve desoyendo todas las respuestas que aparezcan, porque ninguna de ellas es ajustada. No soy mi cuerpo, no soy mis sentidos, no soy mis órganos…, no soy ni siquiera esa mente que piensa. Si nada de eso soy, entonces, ¿quién soy?

Llegará un momento en que la respuesta aparecerá como Vacío, en el sentido de negación del “yo” habitual, y como Conciencia absoluta no-dual. “Tras haber negado todo lo arriba mencionado diciendo “eso no”, “eso no”, esa Conciencia que es lo único que permanece, eso soy… La naturaleza de la Conciencia es Sat-Chit-Ananda, existencia-conciencia-felicidad”.

En la auto-indagación, uno nota que el “yo” es indagado por otro agente previo del cual poco sabemos, un agente silencioso, que reside más allá de cualquier comprensión mental. El yo no es algo que resida en la mente ni fuera de ella. Como alguien ha dicho, el yo es una verdad en la que todos creen, pero que nadie puede probar. No sólo eso, es la fuente de la dualidad, de la impermanencia y del sufrimiento.

Cuando trascendemos el pensamiento, trascendemos el yo y entonces, como escribe Wilber en su Diario, “el observador y lo observado se hacen Un Solo Sabor”. “Hasta que no se trasciende la dualidad y se realiza el estado de Un Solo Sabor —había escrito el maestro Padmasambhava—, es imposible alcanzar la iluminación. El ignorante sólo ve la dualidad externamente transitoria”. Pero, cuando se experimenta, puede exclamarse con Alfred Tennyson: “Mi individualidad parece disolverse y desvanecerse en el ser ilimitado… Es un estado en el que la muerte es una imposibilidad irrisoria y la pérdida de identidad —si es que puede hablarse de tal cosa— no se asemeja en nada a la extinción sino, por el contrario, a la única vida verdadera”. O con el anónimo poeta indio americano:

No vayas a mi tumba y llores
pues no estoy ahí.
Yo no duermo.
Soy un millar de vientos que soplan,
el brillo de un diamante en la nieve,
la luz del sol sobre el grano maduro,
la suave lluvia del verano.
En el silencio delicado del amanecer
soy un ave rápida en vuelo.
No vayas a mí tumba y llores,
no estoy ahí,
yo no morí.

Y puede comprenderse lo que, siglos atrás, expresara el místico Maestro Eckhart: “Nadie conoce mejor a Dios que aquellos que están completamente muertos”, donde el término “muerte” hay que entenderlo como ausencia de la sensación de identidad separada o identidad del “yo”.



Enrique Martínez Lozano

Extracto del libro: Vivir lo que somos

Fuente: www.advaitainfo.com

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