EL CUERPO Y EL ALMA
El Cuerpo estaba cansado de que el Alma no le hiciera mucho caso, por lo que llegó un día en que el Cuerpo, harto de la situación, se dirigió al Alma y le dijo lo siguiente:
–Ya has llegado al límite y no puedo más contigo.
No puede ser que sólo te acuerdes de mí cuando estoy enfermo; momento en el que tengo que escuchar tus continuos lamentos, ver cómo te victimizas encima que te aviso de antemano de que algo en ti no va bien.
Que sepas que eres una egoísta, sólo piensas en ti.
Nunca me consultas nada, como cuando de un día para otro decidiste que eras vegetariana y todo el día me tenías a base de verduritas y complejos multivitamínicos.
Y luego, cuando estás triste y deprimida, me atiborras a base de dulces.
No me siento para nada valorado por ti y ya ha llegado un punto en que no sé qué hacer contigo.
El Alma que lo estaba escuchando sorprendida, se percató de que el Cuerpo tenía razón y, entonces, le dijo mirándole sinceramente a los ojos:
–Lo siento cuerpo, perdón. Es cierto que te tengo abandonado, y ahora me doy cuenta de todo lo que vales, mi salud y mi vida dependen de ti.
En ese momento, el Alma comenzó a acariciar con simpatía, cariño y con amor al Cuerpo mientras le decía:
Gracias Cuerpo por permitirme ver con tus ojos.
Gracias, por permitirme escuchar con tus oídos.
Gracias, por permitirme respirar a través de tu nariz.
Gracias Cuerpo por permitirme comer haciendo uso de tu boca.
Gracias, por permitirme besar con tus labios.
Gracias por permitirme hablar con tu laringe.
Gracias Cuerpo por dejarme sonreír con tu boca y permitirme llorar con tus ojos.
Gracias por permitirme acariciar con tu piel.
Gracias por recordarme a mi madre cada vez que veo tu ombligo.
Gracias por permitirme gozar con tus órganos sexuales.
Gracias por permitirme engendrar con tus fluidos.
Gracias Cuerpo por permitirme andar haciendo uso de tus piernas.
Gracias por permitirme abrazar utilizando tus brazos.
Gracias por permitirme dar a través de tus manos.
Gracias Cuerpo por permitirme escribir usando tus dedos.
Gracias por permitirme pensar con tu cerebro.
Gracias por dejarme amar con tu corazón.
Y añadió emocionada:
Yo te acepto, te amo y te prometo que cuidaré de ti cada día y pensaré siempre en ti.
Al escuchar estas palabras, el Cuerpo se puso muy contento, ya que se sentía escuchado y valorado por el Alma. En ese momento extendió sus brazos y exclamó:
¡Yo también te quiero mi Alma preciosa!
(Carmina Vallverdú del Olmo)
FUENTE: https://triskelate.com/
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