Siento que históricamente le hemos puesto una carga muy alta a la palabra iluminación, a tal punto que lo vemos tan distante, e incluso como el fruto de un camino que tan largo y tortuoso que se nos hace casi que imposible considerar que podremos llegar a ella en esta vida, a tal punto que desistimos su búsqueda y la dejamos para aquellos que estén más "avanzaditos".
Para comprender mejor lo que entendemos por iluminación vasta ir a una de las palabras en sánscrito de la cual se entiende como su traducción, SAMADHI, que literalmente significa "poner junto", pero que suele traducirte también como: absorción, disolución, éxtasis, e incluso con el neologismo "éntasis" (éxtasis interno). Y que antaño implicaba tanto una práctica específica como estado fruto de dicha práctica.
Pero en nuestras traducciones de estos conceptos a nuestro modo de pensar tan cartesiano y lineal, le hemos dotado una carga como si le equiparamos al fin último de la experiencia mística, como si está experiencia pudiera tener un fin medible y calculable, y desconociendo que como todas las experiencias místicas, está ligada a la eternidad del presente, y no puede ser apresada o alcanzada bajo fórmulas, lo cual quiere decir que están más cercanas al sentido del proceso que al sentido de logro.
Por ello, una de las mejores maneras que encuentro de explicar el samadhi es más bien como "claridad" en vez de "iluminación". Como se ha expuesto el sentido de "iluminación" tiene dentro sí la noción de un logro, de una objetivo -ya me iluminé- mientras que el sentido de claridad nos evoca más bien un sentido de proceso en el cual se cultiva un estado de claridad, en la cual se puede ver, valga la redundancia, más claramente. Considerando qué tal y como la vida está en constante movimiento, nuestro sentido de ver claramente también está en constante transformación.
Las tradiciones budistas utilizan también una palabra que siento muy apropiada para describir este proceso: "despertar". De nuevo esta palabra mantiene dentro de sí en sentido de proceso, y nos evoca a una linda metáfora, en la cual nuestro estado de conciencia ordinaria es como un sueño, del cual vamos despertando mediante la práctica, para hacernos conscientes de la realidad más allá de lo ordinario.
A todas estas, como se ha podido dar cuenta el lector, las palabras sólo son un juego que invita a crear diferentes formas de ver y de pensar, por lo que acá no encontrará ni la descripción exacta de lo que es la iluminación, ni mucho menos la forma para alcanzarla, porque estos estados y estas prácticas, exceden la capacidad que tiene el lenguaje para aprehenderlos.
Así que teniendo más o menos claro que la iluminación es más un proceso constate que un logro específico, pasemos ahora a hablar un poco sobre aquel depositario de la iluminación, el denominado iluminado.
Se dice que un iluminado parece una persona normal a simple vista, y que la única diferencia es que no está esperando nada y no está peleando con lo que está pasando. Esta persona no se deja afectar por el mundo, pero tampoco se esfuerza por afectarlo, porque al dejar de lado su propio sentido del yo, no hay un yo que quiera transformar nada, ni hay un yo que pueda ser afectado, ya que realizó en su interior que no hay ninguna diferencia entre él mismo y el mundo, comprendiendo que la misma Vida que se expresa en el mundo también lo hace a través de él.
Entendiendo entonces que el iluminado es el que porta conscientemente la luz de la Vida, pero tal y como en una vela, la luz no es suya, ni se produjo por su gracia propia, sino que simplemente la porta, y es su proceso de portarla, siempre está presto a compartirla, a compartir su claridad, y ojo a esto, no a compartir su propia visión de la luz, sino a irradiar, o dicho de otra manera, a inspirar a que los demás puedan ver más claramente es su compañía, pero sobre todo a que encuentren su propia luz.
A fin de cuentas, el iluminado comprende que su iluminación sólo es importante en la medida que pueda ser compartida, y se conecta con su propia naturaleza de irradiar, tal y como la llama por su propia naturaleza siempre comparte su luz, su calor y su claridad, y lo hace así sea invierno o verano, día o noche, porque una vez que se ha conectado con su luz interior no puede escapar de irradiarla.
Y su labor como iluminado no es empujar a la gente a seguir el camino que él recorrió, sino estar ahí, disponible para todos, pero especialmente para aquellos en quienes la semilla de las trascendencia está a punto de germinar, para aquellos que comienzan cuestionar la artificialidad en la que se encuentran inmersos en su vida ordinaria, y que necesitan un chispazo que les conduzca a su propio despertar.
Y el lugar en donde es más fácil encontrar a un iluminado, no es en los Ashrams o en las cimas de las montañas nevadas, sino justo allí, en la vida ordinaria, en donde con su luz siempre nos impulsa a ver más claramente.
Así que ahora teniendo más claridad sobre lo que es la iluminación y lo que es estar iluminado, te invito a que también seas un portador de claridad, porque si has sentido que en este mundo hay mucha oscuridad, entonces sé tu la luz.
Sembrado por Esteban Augusto (Marzo 2020)
En https://semillerodeyoga.blogspot.com/
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