Pueden ser apenas minutos, sin embargo, estamos distraídos en cosas que no suman para nuestro bienestar y paz interior.
Aprovechemos cada momento, cada instante de nuestra vida para lograr la mayor suma de felicidad posible.
Aprendamos a amarnos de una vez por todas, tan idénticamente como tener una relación permanente con Dios, la Divinidad, la
Consciencia Pura, donde cada experiencia sea de Amor Primordial para nuestra existencia.
Abracemos, riamos, saltemos, cantemos, planeemos sobre las nubes, volemos alto, fluyamos de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro.
Juguemos como niños, seamos esos niños que dejamos atrás cuando crecimos y llegamos a adultos.
Es parte de nuestro Ser.
Caminemos en la naturaleza, subamos montañas, visitemos playas y ríos, dancemos bajo la lluvia.
Regalemos sonrisas a todos sin excepción, especialmente a quienes más lo necesitan y a quienes amamos.
Ayudemos a los más necesitados de manera incondicional, sin esperar nada a cambio, y ayudémonos a nosotros mismos como primer paso. Así como nos encontremos, eso será lo que daremos a los demás.
Seamos transmisores de “Fe” y “Esperanza” a todos los que estén cercanos a nosotros, a los mas distantes, pues el Amor no tiene fronteras, siempre llega a cualquier lugar o rincón del Planeta.
Miremos luz radiante en medio de la peor tormenta.
Aunque por momentos todo parezca nublado, oscuro y sin salidas, dentro de la mas densa oscuridad siempre habita esa luz divina esperando ser activada para expandirse sin detenerse, e iluminar el corazón de cada uno de nosotros y al universo entero.
Es la Luz del Amor Divino de Dios en cada objeto, en cada forma de vida existente, ya que la naturaleza de todo es el AMOR.
Marco Fajardo
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