LA ORACIÓN DEL TONTO
Y
LA ORACIÓN DEL GUERRERO
La oración del tonto:
Oh, Dios…!
¡Qué triste es este sucio mundo en guerra
donde la gente me envenena y me odia!
No puedo perdonarles sus ofensas.
No puedo tolerarle sus discordias.
Me han quitado la fe. Ya en nada creo.
Sus mentiras han destruido mi Verdad.
Me han robado hasta la última esperanza.
Hundieron mi alegría en sus miserias.
Sus tinieblas han borrado ya mi luz.
Pobre de mí…
No hay quien se acerque a darme algún consuelo.
¿Dónde estará aquel que me comprenda?
¿En que lugar el ser soñado que me ame?
De nadie encuentro lo que necesito.
Para el mal que me han hecho no hay perdón.
Sólo en la muerte alcanzare el olvido.
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Así dice el que acusa a todo y a todos de lo que ocurre en su propia vida, y lo llamo tonto -como lo llaman los sabios toltecas- porque no aprende nada. Y no aprende porque no puede aprender, porque al proyectar afuera todo lo negativo que le pasa, como si fuera su sombra, luego la ve como ajena, como algo que no tuviera nada que ver con él.
Aún no tiene para nada en claro que está acusando en los demás aquello mismo que él tiene, y que no se anima a ver en sí mismo. Pero ver es la única manera de aceptar como uno es, y si no es de nuestro agrado, poder hacer lo necesario para cambiarlo.
Como guerrero que da la batalla de su propia vida, no para atacar a los demás y menos así mismo. Sino para luchar, para llevar adelante la empresa que es su propio Don. ¡Y terminar conquistándolo!
Como dice la segunda Oración:
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Oración del guerrero.
En la batalla de mi vida:
Lucharé para obtener mi paz.
Pelearé por conquistar mi amor.
Si herí injustamente, haré que me perdonen.
Si alguien que quiero se aleja: lo volveré a acercar a mí.
Si he perdido la fe: la buscaré y la encontraré.
Trabajaré para ir conociendo la Verdad.
Me ganaré día a día la esperanza.
Y si quiero alegría, la pelearé sin tregua en la batalla.
No dejaré que nada, ni nadie, pueda oscurecer mi Luz.
Pido al poder:
Que me sostenga en mis caídas amargas.
Que me ayude a comprender la verdad en mi vida.
Que me ayude a encontrar a los seres que amo.
Porque no espero que me den, sino ganármelo.
Y si es necesario, aprenderé a pedir perdón.
Y si es justo, sabré morir por aquello que quiero.
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Si lees con atención las dos Oraciones, te darás cuenta de que cada una de las frases, en cada poesía corresponde a la misma frase en la otra. Sólo que en la primera la está diciendo un Ser Acusador, que no llega a entender que lo que pasa tiene su origen en sí mismo, y por lo tanto no encuentra la manera de cambiar nada en su vida amarga.
En la segunda, en cambio, habla un ser que empieza a tomar las riendas de la vida en sus manos. Un guerrero, como dicen los maestros americanos. Un guerrero de su propia vida. Y el cambio no está mal, porque de la acusación se sale empezando a ver qué es lo que uno, concretamente, puede cambiar en su propia vida. Y allí se empieza a llevar muy agradables sorpresas. Porque, como dice el dicho..
¡¡La vida es estupenda siempre que tengas las riendas!!
Amalia Estevez
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