EL AMOR INCONDICIONAL ES... AMOR INCONDICIONAL,
por Emilio Carrillo Benito
Referirse al Amor Incondicional es hacerlo al Amor infinito, trascendente, eterno, estremecedor, definitivo; incomparablemente mucho más que un sentimiento.
Un Amor que no admite predilecciones de ningún tipo, escala o especie.
Y que pertenece al ámbito del Yo Verdadero, nuestro Ser Interior de linaje divino; nada tiene que ver con ese amor con el que al ego -nuestro pequeño yo- le gusta llenarse la boca.
¿Por qué ostenta el Amor Incondicional estas cualidades?.
Muy sencillo: porque se fundamenta en la Unidad de cuanto Es y Existe:
1. Todo es suma de partes y forma parte de una suma superior, aunque cada parte es, a su vez, el Todo.
2. El Todo, la Unidad, es vivificado por la Consciencia de modo similar a como la sangre, en su circulación, anima y tonifica nuestro cuerpo físico.
3. Y de la Unidad y la Consciencia surge el Amor, que en términos científicos puede ser definido como energía pura de carácter vibratorio que se despliega en ondas de torsión.
Pero esto no son palabras para que las digiera el intelecto.
Estamos hablando de tu Esencia, que está más allá de cualquier concepto o conocimiento.
¡Sí, de tu Esencia (y de la mía, y de la del otro,…)!.
Porque siendo la razón de ser del Amor la Unidad y la Consciencia, el Amor constituye inexorable y radicalmente la base energética de tu Ser profundo (y del mío, y del otro,…).
La consecuencia directa y colosal de ello se resume en el célebre soliloquio hamletiano: ser, o no ser.
Es decir, tu Ser se realiza en el Amor o no es nada.
Así de simple: Soy y, por tanto, Amo; o no Amo y, por tanto, no Soy.
Esto es, vive el ahora -el único sitio donde la vida existe- con voluntad constante de dar y en disposición permanente de recibir; y en plena consciencia de que no Somos lo que tengamos,
¡Somos lo que damos!.
Y lo que damos, es lo que recogemos; y lo que recogemos, afianza lo que Somos.
Al hilo de lo cual, Juan Leglaz me ha remitido unas espléndidas reflexiones que comparto con vostr@s:
No podemos desplazar el Amor Incondicional al terreno del amor al prójimo, en un acto de sublimación.
Es un bello enfoque, pero una pena, cuando menos. No cabe compartir una relación egóica (por no llamarla amor egoísta, términos contradictorios) con los “nuestros” y pretender ejercer un amor incondicional con los “otros”.
El Amor Incondicional sale de dentro, o no sale.
O se practica con los nuestros o no existirá para nadie, por mucho que lo escribamos con mayúscula y lo pretendamos diferenciar.
O aprendemos a amar aquí, ahora, y a tí, o no existirá jamás el amor en nuestro corazón, para nadie.
Si el amor incondicional es algo que está llamado a ser practicado con un prójimo, poco próximo, y cuando Dios nos lo inspire, o nos lo mande, estamos hablando de una entelequia preciosa, ideal, a la que aspirar, eternamente, como una meta tan bella como irreal.
No se puede amar por obligación moral, religiosa, ni de ningún tipo.
Perdóname, si me atrevo a afirmar que no cabe el “has de amar”, en el amor.
El amor nace de dentro, o no existe.
Y cuando el amor nace, se desborda, se expande, se derrama hacia quienes te rodean, de forma infrenable. Y sólo de este amor se beneficiará nuestro prójimo, no a la inversa.
El Amor es Incondicional, o no es.
Amar con condiciones dicta mucho de ser amor: llamémosle otra cosa.
Este es un Amor que se ha de sentir, se ha vivir, se ha de aprender.
Y a amar sólo se aprende amando.
O ejercemos el Amor, en su modalidad de Incondicional, entre nosotros, con mi pareja, con mis amigos, con mis hijos, con mis padres, con mis hermanos, con mi perro, con mis plantas, con mis árboles del parque, o podemos despedirnos de ejercerlo, más allá.
Pienso, y siento, que el amor incondicional es el que proyectamos hacia alguien, con independencia de cómo sea, de lo que haga o de lo que diga, más: aún sin ser correspondido.
Si nuestra relación de pareja es pasional o egoísta, es decir, sin llegar al amor, se convertirá en una relación infernal, con la separación matrimonial al fondo.
Si nuestra relación amistosa carece de amor, por estar condicionada a recibir algo, será de corto alcance.
Si nuestra relación paternal no está basada en el amor, sino que esta condicionada a la recepción de cualquier tipo de recompensa, social, moral o afectiva, caeremos, con la distancia y el tiempo, en el lamentable olvido de nuestros hijos.
Si nuestras relaciones con otros familiares sólo se basan en la costumbre, en la inercia, en la rutina, seremos buenos hermanos, tíos, primos o sobrinos, mientras estemos lejos y vayamos de visita, y hasta que llegue el reparto de una herencia.
El amor de pareja tiene que ser incondicional, por difícil que parezca, o no será.
Hay que aspirar a amar sin poner condiciones, sin pretender cambiar al otro, sabiendo cómo es y aceptándolo. Al estilo del relato de la entrada del Blog titulada Bailar bajo la lluvia (publicada el 11 de diciembre de 2009): “ella no sabe quién soy yo, pero yo si se quien es ella”. La pasión no ha de enturbiar el amor incondicional, sino al contrario: se ha de integrar en él, potenciándolo.
¿No es el Amor Incondicional el que debe presidir la amistad?. ¡Practiquemos la amistad sin condiciones!.
¿No ha de aspirar un padre y un hijo amarse sin condiciones, sin esperar nada a cambio, y, más aún, recibiendo, posiblemente, ingratitudes y despechos, como contrapartida?.
Nuestra lucha, nuestro quehacer de cada día, será poner los medios para erradicar de nosotros las memorias o experiencia negativas que, agazapadas en nuestro subconsciente, impregnan de egoísmo nuestro comportamiento.
Habrá que hacer el cambio y encauzar nuestros sentimientos.
Tendremos que tomar consciencia de nuestro ser de luz y de amor, y facilitarle los medios para que tome las riendas de nuestra vida, haciendo que nuestro comportamiento esté, cada día, más cerca del Amor (Incondicional, por supuesto) y más lejos del egoísmo.
Quienes puedan y quieran ayudarnos a crecer en el Amor, lo habrán de hacer desde dentro de nosotros mismos: elevando nuestra frecuencia vibracional, posiblemente, con música, con cantos, con poesía, con colores, con magnetismo, tal vez, y, sobre todo, con mucho Amor.
Por Emilio Carrillo Benito
http://emiliocarrillobenito.blogspot.com.ar/
No hay comentarios:
Publicar un comentario