Según numerosos experimentos, se ha comprobado la conexión espiritual existente entre todos los seres vivos de una misma especie, gracias a la cual es posible que todos los miembros logren un aprendizaje compartido, al alcanzar lo que se conoce como “masa crítica”, consistente en un número suficiente de miembros que hayan asimilado la enseñanza en particular.
En la obra de Edgard Morin, “Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad", Buenos Aires, Paidós, 1998, se hace referencia a un experimento en el que se quitaron todas las hojas a un árbol; como era previsible, empezó a segregar más savia para reemplazar las hojas que había perdido, así como una sustancia protectora contra los parásitos. Curiosamente, los árboles vecinos de la misma especie empezaron a segregar la misma sustancia antiparasitaria que el árbol agredido.
Aún más conocido es el experimento del “centésimo mono” (Lyall Watson, biólogo, en "Lifetide: A Biology of Unconscious", 1979) En 1952, en la isla Koshima, próxima a Japón, los científicos empezaron a proporcionar a los monos Macaca Fuscata patatas dulces que dejaban caer en la arena. Les gustó su sabor, pero las rechazaron al estar sucias por la arena, hasta que una mona joven (de 18 meses) las lavó y las comió. Enseñó el truco a su madre y a otros compañeros jóvenes. Los monos mayores no aprendieron, excepto aquellos que tenían hijos jóvenes, quienes enseñaron el truco a sus padres. Entre 1952 y 1958 todos los monos jóvenes y sus padres incorporaron este avance. Un día de otoño de 1958, cierto número de monos -se desconoce la cantidad exacta, pero supongamos que eran 99 - lavaba las patatas dulces. Y al día siguiente (supongamos también) por la mañana, el mono número cien aprendió a lavarlas. Por la tarde todos los monos de la tribu lavaron sus patatas antes de comerlas. La suma de energía de aquel centésimo mono creó, en cierto modo, una masa crítica y, a través de ella, una eclosión ideológica... Pero lo más sorprendente es que las colonias de monos de otras islas, sin contacto con los anteriores, así como el grupo continental de monos de Takasakiyama, empezaron también a lavar sus patatas dulces... Parece que, en base a estos experimentos, podemos afirmar que cuando un número limitado de individuos conocen un nuevo método, sólo es propiedad consciente de ellos mismos; pero existe un punto en el que, con un individuo más que sintonice con el nuevo conocimiento, éste llega a todo el colectivo (Datos tomados de: Miguel BLANCO “2012. MAYAS, los señores del tiempo", La Esfera de los Libros).
Otro experimento similar es el llevado a cabo por el también Rupert Sheldrake. Introdujo unas ratas de laboratorio en un laberinto especialmente complicado. Tras numerosísimos intentos, por fin aquellas ratas lograron encontrar la salida. A partir de ahí, empiezan los datos llamativos: los hijos de esas ratas fueron capaces de salir del laberinto en su primer intento; pero –todavía más curioso- lo mismo ocurrió con ratas de la misma especie, a las que se sometió a ese experimento en las antípodas.
A partir de aquí, Sheldrake acuñó el concepto de “campos morfogenéticos” para tratar de explicar los cambios que ocurren entre miembros de una misma especie, sin que haya mediado contacto “físico” entre ellos.
¿Quizás nuestras conexiones con los demás son mucho más fuertes de lo que creemos y nuestro grado de determinación e influencia en el mundo es mucho más potente de lo que nos parece? ¿Tenía razón Maharishi Mahesh Yogi cuando decía que "si el 10% de la población mundial meditase, se lograría que el restante 90% de los habitantes del planeta cambiaran su forma de pensar"?
Lo que parece innegable es que el futuro de la humanidad y del planeta dependen de que el ser humano crezca en consciencia. O, dicho con más propiedad, de que podamos pasar de una “conciencia egóica” a otra “conciencia unitaria”. Por eso, todo lo que hagamos en esa dirección contribuye a acrecentar la “masa crítica” que haga posible el cambio. Y también por eso, favorecer la transformación o expansión de la conciencia –vivir en presente, acallar la mente, entregarse a los otros, desapropiarse del yo, meditar…- es un acto de amor a toda la humanidad.
Autor: Enrique Martínez Lozano
Fuente: Enviado por Concha Redondo
Publicado en el blog: EL CIELO EN LA TIERRA
No hay comentarios:
Publicar un comentario