EL AUTÉNTICO CORAZÓN DE LA TRISTEZA
por
Chogyam Trungpa
Imaginemos que nos hallamos desnudos, sentados en el suelo, tocando la tierra con las nalgas y, dado que tampoco llevamos sombrero ni pañuelo alguno, también estamos expuestos al cielo. Es decir, nos encontramos entre el cielo y la tierra. Somos mujeres y hombres desnudos, sentados entre el cielo y la tierra.
La tierra es siempre tierra. La tierra permite que cualquiera se siente sobre ella y nunca cede ni nos suelta. Nadie cae de la tierra para perderse volando por el espacio interestelar. Del mismo modo, el cielo es siempre cielo por encima de nosotros. Ya sea que nieve, llueva o brille el sol, de día o de noche, el cielo está ahí. En ese sentido, sabemos que podemos confiar en el cielo y la tierra.
La lógica de la bondad básica es muy parecida. Cuando hablamos de bondad básica no nos referimos a cultivar la preferencia por lo bueno y el rechazo por lo malo. La bondad básica es buena porque es incondicional o primordial. Está ahí desde siempre, de la misma manera que el cielo y la tierra están ahí desde siempre. No rechazamos nuestra atmósfera, no rechazamos el sol, la luna, las nubes o el viento, sino que los aceptamos. Aceptamos que el cielo es azul, de igual modo que aceptamos el paisaje y el mar. Aceptamos las autopistas, los edificios y las ciudades. La bondad básica es igual de incondicional y fundamental. No es un punto de vista “a favor” ni “en contra” de algo, de la misma manera que la luz del sol no está “a favor” ni “en contra” de nada.
La ley natural y el orden del mundo no están “a favor” ni “en contra” de nada. Fundamentalmente no hay nada que nos amenace, como tampoco hay nada que apoye nuestro punto de vista. Las cuatro estaciones se suceden sin que nadie se lo pida o vote por ellas. Ni la esperanza ni el temor pueden alterarlas. Está el día y también la noche. De noche hay oscuridad y, durante el día, hay luz sin que nadie haya tenido que dar o cortar la corriente. Hay una ley y un orden natural que nos permite sobrevivir, y eso es fundamentalmente bueno. Es bueno porque está ahí, porque funciona y es eficiente. (…) De modo que la bondad básica es buena precisamente porque es completamente fundamental o primordial. Es natural y funciona y, por lo tanto, es buena. No es que sea buena porque se oponga a lo malo.
El mismo principio es aplicable a nuestra naturaleza en tanto que seres humanos. Todos tenemos pasión, agresión e ignorancia, es decir, cultivamos nuestras amistades, nos defendemos de nuestros enemigos y, de vez en cuando, sentimos indiferencia. Son tendencias que no consideramos defectos, sino parte de la elegancia natural y del equipamiento disponible de los seres humanos. Venimos dotados de uñas y dientes para defendernos de los ataques, estamos provistos de boca y genitales para relacionarnos con los otros y también tenemos la fortuna de contar con los aparatos digestivo y respiratorio completos, lo que nos permite asimilar lo que ingerimos y expulsar los desechos. La existencia humana es una situación natural y, tal como sucede con la ley y orden del mundo, es práctica y eficiente. De hecho, es maravillosa e ideal.
(…) En el camino del guerrero lo que importa es trabajar personalmente con nuestra situación actual, tal como es. Cuando decimos que los seres humanos somos fundamentalmente buenos queremos decir que disponemos de todas las facultades que necesitamos, de modo que no tenemos que luchar con nuestro mundo. Nuestro ser es bueno porque no es una fuente fundamental de agresión ni de queja. No podemos quejarnos de tener ojos, nariz, orejas y boca. No podemos reestructurar nuestro sistema fisiológico ni, para el caso, podemos reestructurar nuestro estado mental. La bondad básica es lo que tenemos, aquello de que estamos provistos. Es la situación natural que hemos heredado a partir del momento de nuestro nacimiento.
Deberíamos sentir que es maravilloso hallarse en este mundo. ¡Qué maravilloso es poder ver los colores rojo, amarillo, azul, verde, púrpura y negro! Todos estos colores son un regalo. Sentimos el calor y el frío. Podemos saborear lo dulce y lo ácido. Tenemos estas sensaciones y las merecemos. Son buenas.
De modo que el primer paso en la realización de la bondad básica es apreciar lo que tenemos. Pero después, debemos seguir mirando con precisión lo que somos, es decir, cuándo, dónde, cómo y quiénes somos en tanto que seres humanos, para así poder tomar posesión de nuestra bondad fundamental. Aunque en realidad no se trata de una posesión, de todas maneras nos la merecemos.
La bondad fundamental se relaciona muy estrechamente con la idea de la bodhichitta en la tradición budista. Bodhi significa “despertar” o “alerta” y chitta quiere decir “corazón”, de modo que bodhichitta significa “corazón despierto”. El corazón despierto adviene cuando estamos dispuestos a afrontar nuestro propio estado anímico. Quizá esto parezca una gran exigencia, pero resulta absolutamente indispensable. Debemos examinarnos y preguntarnos cuántas veces hemos intentado entrar en contacto, plena y verdaderamente, con nuestro corazón. (…) ¿Cuántas veces no hemos intentado escudarnos en la lectura del periódico, en la televisión o simplemente tomándonos un descanso? Ésta es la pregunta decisiva. ¿En qué medida hemos estado en contacto con nosotros mismos a lo largo de la vida?
Cuando nos sentamos en la postura de meditación, somos exactamente como esos hombres y mujeres desnudos a los que nos referíamos al principio, sentados entre el cielo y la tierra. Cuando nos encorvamos, estamos intentado ocultar nuestro corazón y tratando de protegerlo ahuecándonos sobre él. Pero cuando nos sentamos erguidos y tranquilos, en la postura de meditación, nuestro corazón está desnudo y todo nuestro ser se haya expuesto tanto a nosotros mismos como a los demás. (…)Simplemente con dejarnos ser, tal como somos, comenzaremos a sentir, poco a poco, verdadera amistad por nosotros mismos.
Cuando despertamos de ese modo nuestro corazón, descubrimos con sorpresa que el corazón está vacío, descubrimos que estamos mirando hacia el espacio exterior. ¿Qué o quiénes somos y dónde se haya nuestro corazón? Si realmente buscamos no encontramos nada sólido y tangible. Claro que, si albergásemos algún resentimiento contra alguien, tal vez podríamos llegar a descubrir algo “sumamente” sólido. Pero eso no es un corazón despierto. Si buscamos el corazón despierto, si nos metemos la mano en el pecho en busca de él, no encontraremos nada, sólo una sensación dolorida. Sentimos algo sensible y tierno y, si abrimos los ojos al resto del mundo, sentimos una inmensa tristeza, una tristeza que no procede del hecho de haber sido maltratados. No estamos tristes porque alguien nos haya insultado ni porque nos sintamos desposeídos. Esta experiencia de tristeza es, más bien, algo incondicional que tiene lugar porque nuestro corazón se haya completamente al descubierto. No hay piel ni tejido que lo protejan. (…) Nuestra experiencia es cruda, tierna y exclusivamente personal.
El auténtico corazón de la tristeza proviene de la sensación de que nuestro inexistente corazón está lleno a rebosar. Quisiéramos derramar su sangre y entregarla a los demás. La valentía del guerrero nace a partir de esta experiencia de tristeza y de ternura del corazón. (…) La verdadera intrepidez procede de la ternura. Proviene de dejar que el mundo roce ligeramente nuestro corazón, nuestro corazón bello y palpitante. Estamos dispuestos a abrirnos, sin resistencia ni timidez, para afrontar el mundo. Estamos dispuestos a compartir nuestro corazón con los demás.
SHAMBHALA: LA SENDA SAGRADA DEL GUERRERO.
CHOGYAM TRUNGPA
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