La descripción brindada por Sogyal Rinpoche en la obra El libro tibetano del vivir y del morir, explica a las mil maravillas este descubrimiento: "Dos personas han estado viviendo en ti durante toda tu existencia, una es el ego: charlatán, exigente, histérico, calculador; la otra es el ser espiritual oculto, cuya voz queda y sabia has oído y atendido sólo en raras ocasiones".
Ego significa “yo” en latín, ahora en un significado moderno es el nivel de aprecio que uno mismo se tiene, similar a la autoestima. Es la conciencia propiamente dicha, es el ente que actúa como regulador entre las demandas del ser humano, entre lo que es y lo que tiene que ser, casi ejemplificado como un poder o una persona dentro de la mente, que nos presta atención en todo momento.
El lema favorito del ego es: “busca que no encontrarás jamás lo que buscas”. Se preocupa por generarnos juicios condenatorios, pensamientos de ataque y defensa. Su objetivo principal es controlarlo todo y creer que todo está bien. Se caracteriza por la complejidad y por la confusión. Nuestras percepciones están fragmentadas, sólo vemos minúsculas porciones de cualquier situación y nunca la totalidad. Lo que creemos que es la verdad sólo es nuestra propia interpretación de lo que percibimos y esto es lo que provoca dificultades y desacuerdos entre las personas. Tenemos dos voces siempre ante cualquier curso a tomar: la voz del ego y la voz de nuestro profundo ser, ser verdadero o como queramos llamarle. La voz del ego nos confunde, creemos que es la nuestra, pero no lo es: nuestra verdadera voz es la segunda y es menos audible, tenemos que relajarnos y buscarla, después surgirá, es más del corazón que de la mente.
Para sobrevivir, el ego nos dice que tenemos que buscar la culpa en nosotros y en los demás, y esta preocupación sobre quién es culpable y quién inocente es la base de nuestro proceso de toma de decisiones; ese alguien puede ser nuestro cónyuge, un compañero de trabajo, nuestros padres, nuestros hijos o cualquiera que juegue un rol en nuestra vida. La falta de perdón es la razón del ego. Continúa justificando que hagamos juicios condenatorios porque su supervivencia depende de que tengamos una firme creencia en la realidad de la culpa más que en la del perdón. La única manera de mantenernos en paz y felices es manteniéndonos en el presente, perdonando. El perdón es la llave para ver el mundo de manera diferente. Perdonar es dejar pasar las cosas, dejar que el incidente pase, así como de criticar y hacer reproches. Tenemos que abandonar, soltar como lastre nuestros planes y permitir que el universo asuma el control.
El juego de la incertidumbre y el miedo es el juego del ego, pues le gusta aumentar nuestras dudas y su voz quiere ser escuchada primero. Un elemento esencial para su supervivencia es el miedo ya que sin él dejaría de existir.
Debemos abandonar las culpas, los juicios, los reproches, las condenas, al hacerlo descubrimos que debemos aceptar la responsabilidad de nuestra libertad y nuestra felicidad, que los únicos que pueden dañarnos son nuestros pensamientos. El ego bloquea nuestra conciencia.
Son sólo nuestros pensamientos y actitudes los que nos causan daño. Luego, la pérdida de confianza y la decepción son problemas personales e internos que proyectamos a los demás. Debemos estar dispuestos a abandonar las necesidades de nuestro ego y a verlas como lo que realmente son: ilusiones. El ego nos persuade a determinar a cuáles personas debemos amar y a cuáles no, según como actúan o aparentan ser.
¿Cómo podemos aprender a distinguir entre la voz del ego y la del verdadero ser? Ambas voces nos hablan todo el tiempo. La voz del ego suele ser seductora. No hay pruebas objetivas que decidan concluyentemente cuál es cuál. La voz del ser es muy suavecita. Para hacerlo más complicado, la voz del ser a veces nos solicita conductas que son ilógicas contrarias a procesos intelectualizados, incluso que pueden parecer insanos. Entonces ¿qué hacer?, ¿dónde y cómo aprendemos el arte de discernir?, ¿cómo podemos estar seguros de escuchar el consejo de nuestra voz interior y no del ego?, para ello habrá que tener desarrollada la intuición y haber aprendido a tener confianza en uno mismo. Por supuesto que esto no es fácil de obtener, pero tampoco es imposible. El conocimiento de la verdad debe ser cultivado en todos los seres humanos. Si nuestras acciones, sentimientos y pensamientos están alineados en el intento constante de la conciencia completa es muy posible que nuestras acciones y consecuencias estén de acuerdo con la voluntad del ser y no con el ego.
A continuación señalo algunas sugerencias para superar el ego y alcanzar la conciencia superior:
- Intenta conocer tu ego y determinar cuándo influye y domina tu vida. Pregúntate: ¿estoy escuchando a mi falso yo o a mi yo espiritual?
- Comienza a llevar la cuenta de con cuánta frecuencia usas el pronombre "yo". Al no centrarte en tu propia persona estarás superando el ego.
- Escucha a los demás y no te centres en ti mismo. Durante las conversaciones concéntrate en lo que la otra persona está diciendo y en lo que siente. Luego, responde con una frase que empiece por "tú”, “usted", esto se denomina escucha activa. Es una manera de contener el ego y permitir que participe el yo espiritual.
- Practica la meditación diaria o el acallar tu mente para deshacer la ilusión de que estás separado del universo y que todas las almas son extensiones de la energía de Dios. Comenzarás a tratar a los demás como te agradaría que te tratasen a ti. Te sentirás conectado con todo y con todos.
- Escribe un diario. Trata de describir en qué te beneficia sentirte ofendido. Lo que te ofende es obra de tu ego. No pretendas que el mundo debería ser como tú eres y no como en realidad es.
- Da más de ti mismo y pide menos a cambio. León Tolstoi pasó de ser un egocéntrico a ser un servidor de Dios, luego de aprender muchas lecciones y pasar por tribulaciones escribió lo siguiente: “El único significado de la vida es servir a la humanidad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario