Nadie nos dijo que nuestra experiencia de vida en este denso plano de tercera dimensión nos fuera a resultar fácil y aún así, decidimos que teníamos que venir y vivir dicha experiencia que nos enseñaría y haría más grandes. Crecer espiritualmente no es una tarea sencilla. Conscientes y aún inconscientemente, despiertos o no... el andar por la vida y después de que hayamos despertado nuevamente a la Consciencia Cósmica, no resulta sencillo y nuestro caminar está sembrado de más espinas que rosas.
Avanzamos con paso inseguro, tropezamos, caemos... Volvemos a levantarnos y retomar el sendero. Nos ponen zancadillas, nos disparan flechas de falsedad, siembran nuestros días de miedos y desesperanzas... Y a todo ello hemos de hacer frente, unas veces con más y otras con menos éxito.
Todas estas trabas con las que topamos, son parte vital del hombre en este mundo y cuyo fin es la evolución del Espíritu.
A veces las heridas emocionales a las que nos enfrentamos son graves y muy profundas. Estas heridas pueden ser infringidas con nuestros propios padres, nuestros hermanos, el ser que amamos o aquel al que queremos como a nuestro mejor amigo. Ante esto nos sentimos traicionados, maltratados, hundidos. El suelo parece abrirse bajo nuestros pies y nuestra vida se nos derrumba. Pero, ¿qué es lo que verdaderamente sentimos hacia esa persona que nos daño? ¿Intentamos comprender por qué lo hizo? ¿Sabemos olvidar la ofensa? ¿Podemos perdonar?
Sinceramente, no. Al menos en un primer momento. Cuando nos sentimos heridos, el fuego que surge de esa herida que nos causaron, pareciera que nos consume y no nos deja razonar en ningún sentido. Lo malo llega cuando las cicatrices no terminan de cerrarse y la herida sigue abierta y supurando. Esa energía tan negativa que se desprende de eso, es el peor de los venenos para nuestra alma. Crece con el tiempo y la va envenenando si no encontramos una cura.
La ira, los pensamientos negativos, la sed de venganza, el rencor... Esos son los sentimientos que se crean cuando no conseguimos sanar esas heridas del alma y esos oscuros sentimientos, generan muchas de las enfermedades a veces terribles, que padece nuestro cuerpo.
Otras veces, estas heridas emocionales nos las provocamos nosotros mismos ante una decepción o un fracaso. El no saber afrontar los contratiempos y avatares de la vida cotidiana y la falta de madurez, provoca muchas veces que nos sintamos inutilizados o totalmente nulos para seguir avanzando. Y esto es a veces mucho más difícil de superar que el anterior caso.
¿Qué podemos hacer para sanarnos?
Para sanarnos, primeramente debemos de reflexionar y reconocer que es lo que nos tiene mal. Hurgar en la herida aunque el dolor sea difícil de soportar y una vez reconocida la fuente que lo provoca, ponerle remedio.
Este remedio se llama Perdón:
Perdonar al que nos ofendió.
Perdonar al que nos traicionó.
Perdonar al que nos abandonó.
Perdonar al que nos maltrató.
Perdonar al que nos hundió en la más negra miseria.
Perdonar es reconocer el dolor y pronunciar desde el Amor de nuestro Corazón unas simples palabras que cambiaran y sanaran nuestras vidas:
"Yo te perdono y libero... Y te envío Luz y Paz que alumbren y guíen tu camino para que esa Luz y esa Paz, te sirvan y regresen a mi corazón."
Quizás la parte más difícil la encontremos cuando se trata de perdonarnos a nosotros mismos. Muchas veces, arrastramos culpas que ni siquiera fueron nuestras. A veces, las heridas emocionales que nos infringen las asumimos como propias y las metemos tan profundamente en nuestro corazón que es como si muriéramos a la vida. Nos convertimos así en zombis de nuestra propia insensatez sin darnos cuenta. Esas son las más difíciles de sanar.
Perdonarnos a nosotros mismos, aceptarnos tal y como somos, asumiendo nuestros errores, nuestros fallos, nuestros faltas, aceptando nuestra culpa. En una palabra, aceptándonos a nosotros mismos y aprendiendo a amarnos. Aceptando y cuidando a ese "Niño Interior" que todos llevamos dentro, ese niño asustado, confundido, herido, rodeándolo de Amor. Convertirnos en Infinito Amor para que él, sintiéndose amado se convierta a su vez en Amor y pueda así reflejarlo y devolvérnoslo.
Esta es la única manera de Crecer Espiritualmente. Atraves del perdón, conseguimos crecer libres y sin miedo. Atraves del perdón alcanzamos la Plena Felicidad.
No importará entonces las veces que tropezamos y caímos ni importará si perdimos la partida. El éxito en la vida no consiste en lo bien y en lo deprisa que corramos para alcanzar la meta ni si llegamos con éxito a esta o no. El éxito en la vida consiste en la Experiencia aprendida, la Enseñanza asumida.
La finalidad en la carrera de la vida no es la rapidez, si no, la resistencia.
No olvidemos que hay simples palabras que nos reportaran más beneficios que otras muy elaboradas. Palabras como "lo siento", "te perdono", "me perdono", son las que nos harán Seres dignos de seguir Caminando y nos daran la fuerza necesaria para levantarnos y seguir sin tregua hasta alcanzar el fin de la misión que nos trajo a este plano.
Drisana ©
6 de abril del 2011
Bella reflexión, que nos hace partícipes de un encumbramiento en las regiones más inhóspitas de nuestra naturaleza humana.
ResponderEliminarEl perdón empieza por casa.