Había dos piedrecitas que vivían en medio de otras, en el lecho de un torrente. Se distinguían entre todas porque eran de un intenso color azul. Cuando les llegaba el sol, brillaban como dos pedacitos de cielo caídos al agua. Ellas conversaban en lo que serían cuando alguien las descubriera: "Acabaremos en la corona de una reina" se decían.
Un día por fin, fueron recogidas por una mano humana. Varios días estuvieron sofocándose en diversas cajas, hasta que alguien las tomó y oprimió contra una pared, igual que a otras, introduciéndolas en un lecho de cemento pegajoso. Lloraron, suplicaron, insultaron, amenazaron, pero dos golpes de martillo las hundieron todavía más en aquel cemento. A partir de entonces, sólo pensaban en huir.
Hicieron amistad con un hilo de agua que de vez en cuando corría por encima de ellas y le decían:
- Fíltrate por debajo de nosotras y arráncanos de esta maldita pared.
Así lo hizo el hilo de agua, y al cabo de unos meses las piedrecitas ya bailaban un poco en su lecho. Finalmente en una noche húmeda, las dos piedrecitas cayeron al suelo y yaciendo en la tierra echaron una mirada a lo que había sido su prisión. La luz de la luna iluminaba un espléndido mosaico. Miles de piedrecitas de oro y de colores formaban una figura Divina. Pero en el rostro de aquel Señor había algo raro, estaba ciego; sus ojos carecían de pupilas.
Las dos piedrecitas comprendieron. Ellas eran las pupilas de Dios.
Al amanecer, el guardián distraído tropezó con algo extraño en el suelo; en la penumbra, pasó la escoba y las echó al cubo de basura.
Dios tiene un plan maravilloso para cada uno de nosotros, y a veces no lo entendemos. Y por hacer nuestra propia obra, malogramos lo que Él había trazado para nosotros. Nosotros somos "las niñas de los ojos" de Dios. Él nos necesita para que, a nombre suyo, nosotros podamos llevar el amor al mundo.
**** Aceptemos lo que somos aceptandonos a nosotros mismos en nuestro justo valor. Todos y cada uno de nosotros somos importantes en los planes del Padre. Todos tenemos un papel primordial en la Creación.
Namasté
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